Historia Scout: Lobato, te pido perdón.

Fue muy insistente y me llevó casi obligado a su casa, me presentó a su padre, hermanos y primos. Me llevó a jugar fútbol con una pelota de tenis y yo que pobremente sabía atrapar un balón grande, menos podía atrapar una pelota pequeña. Se rió mucho de mí y de mis nulas capacidades para el juego y lo pasamos bien una tarde con su familia. Luego de tomar el té, regresé a mi casa.

Era uno de los Lobatos de la Manada en el grupo Scout, me sentí comprometido ante la insistencia del pequeño Ángel que junto a su madre me llevaron hasta su hogar que estaba cerca de allí, cosa que no hacía jamás.

Cada sábado Ángel era el primero en estar esperando mi llegada a las actividades de la Manada, era el más entusiasta y mi apreciación es que él imaginaba todo un mundo de aventuras que se hacían realidad junto a todos en la Unidad. Yo simplemente era Akela, el que siempre está a su lado, el que los escucha en el Consejo de la Roca, les enseña a vivir en la Manada y los prepara para el futuro.

Han pasado muchos pequeños en la Manada de tantos años, hubo algunos que marcaron su huella en mi piel, otros marcaron mordidas o rasguños. Algunos marcaron la sonrisa que siempre despierta mi vista cuando miro a otros niños que se cruzan en el camino. Hubo uno que me hizo despertar llorando en una triste madrugada después de tantos años.

Un día simplemente partí para siempre en un viaje que duraría el resto de mi vida, se habían instalado los desacuerdos en el equipo de Jefes, no éramos los mismos y yo no quería mirar atrás y menos ver los rostros de la Manada, sólo quería llevar mi mochila cargada de sonrisas, desafiar el futuro y descubrir nuevos mundos, pero el tiempo pasa y todo se vuelve presente, hasta las miradas o palabras que creí olvidadas. Deseaba dejarlo todo atrás y sin tantas despedidas ni explicaciones y partí.

Ven el sábado en la tarde, me dijo el Lobato con entusiasmo cuando nos encontramos en el supermercado, sonriendo le dije que lo iba a intentar, aunque yo sabía que no iría. Luego, en los días posteriores me llamó por teléfono en dos ocasiones, le respondía con evasivas y dando excusas por mi trabajo.

Finalmente, me llamó el día sábado en el almuerzo, para recordarme que me iba a estar esperando para su fiesta de cumpleaños esa tarde. No me atreví a decirle que yo iba camino a otra ciudad en un automóvil con unos amigos, que iba escapando de la  rutina, que había dejado el trabajo y mi hogar, que deseaba buscar otros rumbos. Preferí quedarme con la sonrisa y el abrazo de mis amigos que me llevaron muy lejos.

No fui a su cumpleaños, me esperó hasta el anochecer, según supe después de unos años cuando me encontré a su madre por casualidad.

Anoche vi el rostro de Ángel en un sueño, era un hombre adulto de pequeña barba, tenía la misma mirada, la misma sonrisa. De pronto fijó su vista en mí, su rostro cambió notablemente. Nunca más supe algo del Lobato, nunca más lo vi y tampoco a su madre, hasta ahora que apareció en mis sueños, pero con cara de tristeza y enojado.

Yo sé que no fue correcta mi partida, que los dejé a todos sin dar explicaciones, pero honestamente no sabía qué decirles y me daba una tristeza enorme la despedida.

Y a tí Lobato, que tenías cara de tristeza, a tí que apareciste enojado conmigo y que estuviste en mis sueños, te pido perdón. Te pido que me perdones, porque ahora que estoy lejos en tiempo y distancia, ahora que han pasado tantos años, ya estoy más viejo y la nostalgia invade mi memoria, me embarga la tristeza por mi actitud mezquina. Con los años aprendí a valorar tu niñez y saber que la calidad de tu cariño era simple, sencilla y superior.

MaLaGeNtE

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