Ministros, presidentes y parlamentarios inalcanzables.
Recuerdo que todos los días, cuando iba al colegio, me encontraba con Hernán Büchi en el metro, él iba con su mochila al hombro hasta su oficina en donde era Ministro de Economía.
Muchas veces me encontré con el Ministro de la Vivienda, Poduje, por el paseo Ahumada.
Al ministro Hernán Cubillos lo conocí en la calle, iba apurado siempre, de traje elegante, sonriente y solo. Saludaba con una sonrisa a las personas que lo miraban, si alguien le hablaba, el ministro Cubillos se detenía para atenderlo.
A Francisco Javier Cuadra, secretario general de la presidencia, lo veía casi todos los días, acompañado de algunos colaboradores, caminaba muy serio por la calle. Era un galán.
En cuatro oportunidades me encontré con el General Pinochet en las calles del centro de Santiago, acompañado de un escolta de civil y otro personero de gobierno. El colaborador era como un secretario con una agenda, donde anotaba las peticiones que muchos ciudadanos le hacían al pasar al General Pinochet. Los ciudadanos eran respetuosos para dirigirse a ellos y les hablaban con énfasis sobre los problemas que les aquejaban, obtenían respuestas para "revisar el caso".
Por eso mismo no entiendo lo que hoy sucede. No comprendo que los ciudadanos sean incapaces de actuar en forma respetuosa y menos entiendo a las autoridades, ineptos, incapaces, intolerantes o hasta groseros para tratar a los ciudadanos.
Las autoridades se deben a su pueblo. Son servidores públicos, es el pueblo que les ha dado la oportunidad de servir y además, les paga sueldos millonarios, vehículos, chófer, escolta, secretarios, asesores, celulares, notebooks, oficinas y el personal necesario para desarrollar sus funciones.
No he visto ministros en la calle, no los he visto trabajando en terreno. No los he visto atender a la gente de la ciudad.
Lo más importante, no he visto a la ministra de Educación, Marcela Cubillos Sigall, atendiendo a la gente, como lo hizo su padre cuando fue Ministro en el Gobierno Militar. Jamás la he visto sonreír, tampoco en reuniones abiertas o atendiendo a la profesora que se le acercó en el cementerio ¿Qué costaba?.
Tienen la oportunidad de servir, tienen todo a su favor y los he visto ineptos en su trabajo. Una vergüenza.
Muchas veces me encontré con el Ministro de la Vivienda, Poduje, por el paseo Ahumada.
Al ministro Hernán Cubillos lo conocí en la calle, iba apurado siempre, de traje elegante, sonriente y solo. Saludaba con una sonrisa a las personas que lo miraban, si alguien le hablaba, el ministro Cubillos se detenía para atenderlo.
A Francisco Javier Cuadra, secretario general de la presidencia, lo veía casi todos los días, acompañado de algunos colaboradores, caminaba muy serio por la calle. Era un galán.
En cuatro oportunidades me encontré con el General Pinochet en las calles del centro de Santiago, acompañado de un escolta de civil y otro personero de gobierno. El colaborador era como un secretario con una agenda, donde anotaba las peticiones que muchos ciudadanos le hacían al pasar al General Pinochet. Los ciudadanos eran respetuosos para dirigirse a ellos y les hablaban con énfasis sobre los problemas que les aquejaban, obtenían respuestas para "revisar el caso".
Por eso mismo no entiendo lo que hoy sucede. No comprendo que los ciudadanos sean incapaces de actuar en forma respetuosa y menos entiendo a las autoridades, ineptos, incapaces, intolerantes o hasta groseros para tratar a los ciudadanos.
Las autoridades se deben a su pueblo. Son servidores públicos, es el pueblo que les ha dado la oportunidad de servir y además, les paga sueldos millonarios, vehículos, chófer, escolta, secretarios, asesores, celulares, notebooks, oficinas y el personal necesario para desarrollar sus funciones.
No he visto ministros en la calle, no los he visto trabajando en terreno. No los he visto atender a la gente de la ciudad.
Lo más importante, no he visto a la ministra de Educación, Marcela Cubillos Sigall, atendiendo a la gente, como lo hizo su padre cuando fue Ministro en el Gobierno Militar. Jamás la he visto sonreír, tampoco en reuniones abiertas o atendiendo a la profesora que se le acercó en el cementerio ¿Qué costaba?.
Tienen la oportunidad de servir, tienen todo a su favor y los he visto ineptos en su trabajo. Una vergüenza.
MaLaGeNtE
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