Gema Galgani me regaló a Jesús.

Soy católico, pero no voy a misa, tampoco me confieso. Soy un poco más concreto y terrenal.

Iban a botar a la basura una imagen de Santa Teresa Galgani que estaba en mal estado por el paso de los años. El dueño me dijo "si quieres, te la llevas, pero ahora, porque se va a la basura". La tomé con fuerza porque era de bastante peso y con cuidado para no dañarla más, luego la guardé en una pequeña bodega dispuesto a repararla, aunque yo no conozco las técnicas de reparación o pintura en estos casos. Era una imagen hermosa, con ojos de cristal y muy antigua.

En los meses siguientes me dediqué a reunir los materiales que podrían servirme y poco a poco comencé la reparación, descubrí que los daños eran más severos de los que se veían a primera vista, incluso pensé en deshacerme de ella. Con mucha paciencia fui eliminando el yeso blando que afectaban la imagen desde la cabeza a los pies, por la lluvia y el clima que cayeron sobre ella en un costado durante años. El propietario que me la regaló, me dijo que esa imagen de Santa Gemita estaba en ese lugar por más de 80 años.

Aplicar el yeso y restaurar pliegues en rostro, manos y cabeza no fue tarea fácil, sobretodo por mi desconocimiento de la técnica. Todos los días tenía algo que hacer en ella y la dejaba secar a la sombra para que el yeso no se resquebraje. Luego fui a comprar las pinturas que debía usar en la imagen, para volver a darle el color que tenía originalmente.

Pinté con sumo cuidado, pero en la pintura de manos y rostro no fui capaz, ya que conseguir tonos y darle expresión es tarea de un profesional. Para ello hablé con un pintor de mi barrio, el cual accedió amablemente.

Durante los meses en que reparaba la imagen, tuve un sueño que me resulta difícil olvidar:

Estaba yo en un lugar desconocido y descubierto, con luz de día. Veía a Santa Gema Galgani, pero aún destruída, con una enorme grieta en su vestuario por el costado, cosa que yo lamentaba mucho ya que iba a costar reparar ese daño. Ella no era una imagen de yeso, estaba viva y se detuvo frente a mí, me miraba con una sonrisa en el rostro y gesto amable. En su mano izquierda sostenía a un bebé que yo sabía que era Jesús, lo tenía sentado en su mano y lo alzó un poco para ponerlo de frente hacia mí. De pronto extendió el brazo y con la mano derecha me señalaba a Jesús y yo sentía que me invitaba a recibirlo, a tomarlo. El sueño fue sólo ese.

Al pasar los días llegó el pintor a dejarme la imagen terminada, con un hermoso rostro ya acabado. Entre los saludos y conversaciones le comenté, un poco en broma, que había soñado con Santa Gemita, que me tenía obsesionado terminar luego la reparación. El se quedó en silencio y en forma sería me comentó que durante los días que la tuvo en su taller, también había soñado con ella y que eso le parecía extraño, porque él no es muy apegado a las cosas de Dios e imágenes religiosas.

Me parecía todo muy extraño y al mismo tiempo hermoso, ya que en la profundidad de mi corazón, tengo un gran cariño por gestos o situaciones que es grato experimentar, sobretodo en las cosas relacionadas con Dios.

Como mi madre es muy religiosa y católica ferviente, la llamé para ofrecerle recibir la imagen de Santa Gemita en su casa, ya que en mi casa no cabía. Me dijo que no tenía un espacio suficiente y que buscase alguien más merecedor de tan lindo obsequio. Yo tenía decidido darlo a una tía que le gusta demasiado esa noble Santa, pero tuve la deferencia de ofrecerla a mi madre antes, para no generar algún resquemor en mi querida mamá. Estuve alegre de la decisión de mi madre y dispuse que mi hermano llevase la imagen a la tía Isabel, de quien fue compañera y confidente hasta el día de su muerte.

Gracias Santa Gema Galgani, fuiste una gran compañera para mi tía, fue un lindo sueño y olvidé tomar el regalo.

MaLaGeNtE



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