Una mañana en Quellón


De esos viajes que no se planifican y no se olvidan. Yo quería salir de vacaciones, lo invité conmigo a Chiloé, para recorrer lugares que no conocía y teníamos tiempo para darnos el gusto de estar muchos días fuera de la ciudad.
Llegamos a la casa hostal que ubicamos sólo por un letrero a lo lejos. Caminamos desde el terminal de microbuses locales y aunque teníamos carpas y buen abrigo, no podíamos acampar en el pueblo porque corría viento helado y una lluvia constante. En el hostal nos recibió amablemente la señora Margarita, una mujer ágil y conversadora que nos asignó una habitación alejada de los demás, con un camarote y el baño en frente. “Para su mayor privacidad”, me dijo sonriente.
El día 14 de febrero desperté muy temprano y pensaba en qué hacer para el día de San Valentín. El dormía profundamente a mi lado, muy cerca de mí, aunque la noche anterior estábamos enojados.
Me levanté y decidí salir a caminar por el pueblo, llovía despacio con una brisa marina fría. Cruzando una plaza divisé unas flores en un arbusto, fui a cortar unas ramas, después unas flores amarillas y bajando al puerto recogí más en los jardines de las casas. Frente a un pequeño museo que habíamos visitado, me detuve a cortar unas rosas pequeñas: los besitos.
En el puerto me detuve a mirar las naves, después hice un largo camino de regreso con el ramo de flores en las manos y siempre pensando qué hacer. Pero ese pensamiento era en libertad, nada me obligaba a hacer algo, por último me sentía libre de tirar las flores en cualquier lado antes de volver al hostal. Era libre y espontáneo, sin planificación ni obligación, sin compromisos por delante. Me sentía bien con sólo aspirar el aire del mar y mirar el hermoso paisaje de la encantadora Isla de Chiloé.
Quellón es la última ciudad de la Isla hacia el sur, ahí termina la carretera Panamericana que cruza todo el continente y tiene un puerto desde donde zarpan los barcos que van a las islas de la Patagonia chilena. Es una hermosa ciudad, tranquila y de pocos habitantes. El clima es primaveral en verano, en invierno se producen temporales de viento y lluvia que pueden durar varias semanas o meses. La vida es apacible, campestre y de mucha actividad familiar y social al interior de colegios, gimnasios y clubes.
Volví a casa con las flores en la mano y sin pensar mucho subí a la cocina a preparar desayuno. En una bandeja grande puse tostadas, galletas, café y un vaso gigante que usé de florero. Preparé las flores en mi improvisado florero y se veía muy bien.
Llegué a nuestra habitación con la bandeja, la dejé en una mesa y me dispuse a besarlo. El dormía profundamente, o al menos hacía que dormía. Lo besé suavemente por todo el cuerpo y le hablaba para despertarlo; acaricié sus brazos y el rostro hasta despertarlo completamente y le dije que se siente en la cama y en ese instante me puse frente a él con la bandeja y el desayuno. Me miraba sonriendo e incrédulo, pero con ternura. Nunca he olvidado ese instante y estoy seguro que ese momento ha quedado en su memoria para siempre.
Esa mañana conversamos y estuvimos seguros de seguir nuestra odisea, me declaró su amor y apoyo incondicional y decidimos que el mundo era sólo nuestro, nos tomamos las manos y lo besé. Aun puedo sentir la felicidad que me dieron sus palabras de esa mañana, porque yo siempre deseo ir más lejos y llegar donde nadie ha ido con un compañero de viaje.
Nos levantamos después del desayuno ¡y que importa la hora! Si ya éramos libres para ir donde sea, para navegar por Quellón y conocer el hito Cero donde finaliza o empieza la carretera Panamericana, para tomar pipeño y un asado de cordero en medio de la lluvia y la brisa del mar.
Nunca he olvidado su mirada y él jamás olvidará ese despertar.
Salimos descalzos por la casa, mirando los ventanales y había un arcoíris en el cielo, era muy hermosa la vista desde lo alto de la casa. Nos quedamos embelesados ese día porque jamás en la vida íbamos a tener a nuestros pies ese paisaje, no había forma de capturar el momento y nos emocionamos al ver aquel espectáculo maravilloso. El puso el florero en la mesa del corredor y nos besamos.
Son cosas simples que no regresan, son cosas demasiado sencillas que las personas no saben disfrutar y que marcan con tinta indeleble nuestras vidas. Tengo la seguridad de que para él y para mí, son únicos. El jamás tendrá un 14 de febrero como el que yo supe regalarle y yo jamás volveré a ver una mañana tan hermosa como ese amanecer en Quellón.
Quellón - Isla de Chiloé, Chile



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