Pobreza y CoronaVirus

Temo que el COVID-19 llegue a las casas de las personas más pobres de nuestro país. Mi temor está fundado en que esas personas no poseen los recursos ni la capacidad de reacción para acceder a los sistemas de salud, no tienen la educación suficiente para percatarse sobre las gravisimas consecuencias que esta pandemia les puede ocasionar. 
La grave enfermedad es y será un flagelo cruel en la pobreza, en las casitas donde viven las familias numerosas en un sólo espacio donde todo sucede. La mediagua que es dormitorio de noche y cocina-comedor en el día, donde no hay baño ni agua potable, donde apenas alcanza para comprar algo de comer. 
En el invierno del año pasado (2019) murieron varias personas de raza negra, la mayoría eran haitianos, por el frío y la gripe que les trajo otras graves enfermedades. Son familias muy pobres que viven en la ciudad, apilados en viviendas y donde tienen vidas precarias. Desde la calle veo sólo sus ojos en portales oscuros, al interior de sus casitas. 
Qué será de las largas filas de indigentes, locos, borrachos, ancianos olvidados, drogadictos y perdidos de la ciudad, que se apilan en el comedor abierto de la Iglesia de Fray Andresito en Recoleta. Todos sin defensas y en este otoño que se inicia, cálido en día y muy frío de noche. 
Me hiere la desidia de aquél que tomó el helicóptero para volar a su casa en la playa, escapando de la ciudad, para ir a su casa de descanso y disfrutar, cuando hay condenados a muerte en la miseria de las ciudades. Nadie los ve. 
Quizás esta pandemia es "el castigo" que muchos merecemos, para atacar la soberbia y ese orgullo que nos hace sentir superiores. Tal vez es necesario este momento de enfermedad y muerte en el mundo, para ver con más claridad y comprender que estamos siendo demasiado perversos y crueles. 
Hoy pienso en toda la pobreza del mundo, cuando Donald Trump ha declarado su país en emergencia nacional.
Hoy deberíamos mirar un poco más y definitivamente, cambiar nuestra vida. Modificarlo todo para empezar a vivir en armonía con la naturaleza humana, con un Dios de amor y con la capacidad de dar y servir. 
Por último, si vamos a morir, que sea en labores de bondad, amor y misericordia. 

MaLaGeNtE

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