UNA PIEDRECILLA EN EL ZAPATO (carta abierta para un amigo homofóbico)
Estimado amigo:
Hace algunas semanas estuve en un Colegio de tu comuna y después de mirar tantas personas ahí, todos celebrando y muy alegres en sus bailes y presentaciones, me emocioné y recordé que allá tengo excelentes amigos, personas que me estiman a pesar del tiempo y la distancia. Se acercó una señora y me dio un gran abrazo, me impresionó y sentí su emoción por el hecho de volver a verme. Ella fue apoderada en mi Grupo Scout, la hija de ella estuvo en ese grupo y ahora su nieta está en ese colegio y también en el Grupo. Después un papá se acercó a saludarme y me presentó a su pequeña hija de 5 o 6 años, él también había sido scout en la Tropa de ese Grupo. Me siento muy orgulloso de esos detalles, del cariño y gratitud que manifiestan en sus palabras y más aun cuando yo fundé ese Grupo que ya lleva 12 años formando niños y jóvenes. Después de eso pensé harto en una piedrecilla que llevaba en mi zapato molestándome por años y decidí sacarla enviándote esta carta.
He escrito la carta para ti varias veces en estos años, al principio muy confundido, después muy sentido, un día muy triste y hoy me siento con la fuerza de poder escribirte con calma y la sensatez que me ha dado todo este tiempo transcurrido. Recurro a escribirte porque es la mejor forma de no discutir contigo y puedo pensar que al menos te darás un tiempo para atenderme.
El día en que me trataste mal en tu casa o cuando no me saludaste en la calle, yo no sabía tus motivos, pensé que tendrías problemas o que te sucedía algo en lo que yo no tenía nada que ver, nunca supe tus razones hasta después de mucho tiempo en que comencé a indagar y darme cuenta de lo que te pasaba y de tu reacción ante lo que te habías enterado.
Me refiero a mi sexualidad, cosa sobre la cual no pensé que debía dar explicaciones o andar con un cartel en el pecho diciendo “SOY GAY”. ¿A quién le puede importar lo que hago en mi intimidad? Yo no pedí ni quise sentir o ser diferente, jamás le he hecho daño a otros, nunca quise ni busqué esto porque se muy bien lo que significa vivir en una sociedad pacata y de mentes oscuras y perversas que siempre tienden a pensar mal, criticar, burlarse, menoscabar a los demás solamente por sentir o ser diferentes: raros, como dicen muchos. ¿Tú crees que yo soy tan estúpido como para elegir el sufrimiento? Esto no se “elige”, no es una “opción de vida”, esto simplemente se lleva dentro de sí y no existen las "opciones".
Yo he sido siempre igual desde que nací y mantengo mi intimidad a parte de los demás un poco por temor al rechazo y las burlas; pero principalmente porque ya he sido objeto de desprecios, burlas y comentarios siempre mal intencionados. He dado mi tiempo y dedicación para muchos, he sido leal, bondadoso y afectuoso con cientos de personas, pero con la precaución de mantenerlos al margen de mi intimidad. Respecto de mis amigos, niños y jóvenes, tienes la certeza que he sido siempre amistoso y muy respetuoso con cada uno, así como lo hago con todas las personas que me rodeo. Cuando mis amigos fueron menores, jamás hablé de este asunto porque yo respeto a quienes me dan su confianza, no puedo ser arrogante y explicarle a un menor cosas que no me corresponden y no me gustaría generar en ellos incertidumbres de esta naturaleza, menos con un tema que es sólo mío; y cuando ya son adultos sólo si alguien me habla del asunto y me conversa con respeto, soy capaz de explicarle las cosas con mucha sinceridad. Así lo he hecho siempre y creo que es lo más correcto. Esto mismo no fuiste capaz de hacerlo tú, sabiendo que podrías haberlo conversado conmigo directamente sin ofensas, discusiones ni prejuicios.
Te consta que no tuve nunca una mala intención así como tampoco una actitud perjudicial hacia nadie, solo yo he recibido los más deleznables actos cobardes y perniciosos que me han dañado física y moralmente.
En todas las familias hay casos y situaciones complicadas que se mantienen en secreto, no se conversan o se guardan para que nadie más se entere, pero el sol no se puede tapar con un dedo y las cosas se hacen evidentes en cualquier instante y eso lo sabes muy bien. En lo personal considero que no hay motivos para dar explicaciones sobre mi sexualidad a nadie, así como tampoco yo me preocupo de la sexualidad de los demás. Tu considerarías una falta de respeto enorme y sería una ofensa para ti el que yo u otra persona te pregunte o cuestione lo que tú haces en tu intimidad sexual, tus preferencias, tus gustos y que además se atreva a publicarlo, comentarlo y burlarse de ello; así también es para mí el hecho de que tengas la osadía de poner en tela de juicio mi condición, mis actos, mi intimidad sexual o mis sentimientos. Sinceramente no le corresponde a nadie hacerlo.
Te contaré más cosas que me han sucedido estos años porque a pesar del tiempo y de tus enojos, aún conservo aprecio y confianza en tu sano criterio y en algún momento me habría gustado conversar todo contigo.
Tuve pareja a quien quise muchísimo y con el que duramos varios años y su padre era homofóbico y obsesivo lo que nos hacía la vida imposible. Su padre nos seguía a escondidas y contrató los servicios de una empresa de investigación privada para ubicarnos, nos sacaron fotos en la calle, nos persiguieron por todas partes y luego contrató los servicios de unos sicarios que me secuestraron e hirieron. A su hijo lo sacaba de la universidad a tirones y golpes, para llevarlo a casa en un taxi o lo encerraba en la casa, donde le daba golpes de puños para hacerlo “entender y cambiar” ¿Eso es normal? Y aquí me pregunto: ¿qué harías tú si tuvieras un hijo gay o una hija lesbiana?; ¿qué harías tú si tuvieras un hermano o hermana en esta situación? ¿También te burlarías de ellos? ¿También los dejarías de lado así como lo has hecho conmigo?.
En mi vida no me han dolido las heridas que me hicieron, me ha dolido mucho más el desprecio, la burla y los comentarios o acciones mal intencionados. Todo el dolor físico que sentí en esos largos dos años de rehabilitación física lo ofrecí a Dios con alegría y amor para que no existan los padres, amigos, hermanos, conocidos o personas en general, capaces de herir a otros solamente porque es considerado “raro” o “diferente”. Porque el dolor que produce el menosprecio, la burla y el resentimiento de los demás tu también lo conoces.
Estuve un mes y medio en el hospital, me operaron siete veces y permanecí casi un año y medio con bastones y en una dolorosa rehabilitación, mi compañero fue el más leal y la mejor persona que estuvo a mi lado en todos los días que eso duró. También no olvido que en esos primeros pasos dolorosos que volví a caminar estuvo presente la buena voluntad y visita de mis amigos, son cosas que llevo en mi mente y que agradeceré por siempre. Pero la estupidez del padre de mi compañero, así como la de muchos homofóbicos, y su obsesiva actitud no se acaban jamás, cosa de la cual te reitero que nosotros no tenemos la culpa. Yo no quise hacer alarde de esto ni tampoco andar contando mis penurias, en silencio asumí el costo físico y monetario de lo que eso significó, solo me dediqué a trabajar y pagar con mucho esfuerzo los costosos servicios médicos.
Lo mejor de todo es que me pude dar cuenta de quiénes son amigos verdaderos y también pude saber que mis padres me aman, mis hermanos también. Ellos me aman tal cual soy, con todas mis diferencias y virtudes, me aman profundamente.
Cuando trabajé en una ONG aprendí muchas cosas y entre ellas aprendí a amar al prójimo como lo enseña Jesús, con sus defectos, con sus miserias y virtudes. He aprendido que la riqueza de un pueblo está en la tolerancia y en la aceptación de los demás sean como sean o vengan de donde vengan y esto no se aleja para nada de lo que nos enseña Cristo.
Siempre recuerdo una vez que tuve problemas y un conocido cura me dijo: “toma tus maletas y tengo listo mi auto para sacarte de la ciudad esta noche. Te llevaremos lejos de acá, donde nadie te conoce, podrás hacer tu vida tranquilo y no te verás enfrentado a situaciones complejas”. No lo acepté, porque no me escapo de los problemas, los enfrento y los soluciono tratando siempre de hacer las cosas lo mejor posible y sin la necesidad de esconderme en las polleras de los curas. Estos años he mantenido mi fe y practico los ritos de la Iglesia, como siempre lo hice en mi vida, pero también mantengo distancia de quienes siendo sacerdotes, cometen faltas muy graves con el poder que poseen, ocasionando dolor en las personas y sus familias y que se alejan de lo sencillo que es vivir la vida simple y sin manipulaciones.
Para ser homosexual y asumirlo en un país como el nuestro hay que ser muy hombre. Por eso no me importa que me digan gay, fleto, hueco, cola; pero jamás me podrán decir que soy un maricón y tampoco se lo permito a nadie, porque siempre he sabido enfrentar las cosas como un hombre y sin temores.
Hace pocos dias murió Daniel Zamudio, después de agonizar durante 28 días. No me dolió su muerte ni tampoco lo que ese muchacho era, me dolió ver el sufrimiento de sus padres y lo más importante que me afectó fue saber que en nuestra sociedad, en mi país, existen subculturas o grupos de imbéciles, capaces de cometer ese tipo de atrocidades: Intolerantes, sin criterio y con una escala de valores trastocada, cobardes y finalmente “maricones”. Así como lo hice desde niño en mi labor política, en mi labor social y en la Iglesia, el día en que murió Daniel Zamudio decidí que no puedo quedarme tranquilo y sentado en mi casa sin hacer algo por re-educar en Chile a los que discriminan, a los majaderos e intolerantes. Ese día decidí comenzar y hacer algo, por mi querido país.
He comenzado en mi familia y lo hago con mis amigos, conocidos y con todo aquél que me encuentre en el camino, no me importa si me estiman o no, lo que me importa es que en algún instante de sus vidas puedan detenerse a pensar para reconocer y aceptar que “los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos” como lo dice nuestra Constitución y que todos somos hermanos, hijos de un mismo Dios, que nos ama a todos por igual y sin condiciones.
Si he asumido una actitud de liderazgo en nuestra sociedad, lo primero que hice fue escribirte ya que no podía callar mis palabras y tal vez tengas un gesto en tu vida para que no vuelvas a ser el causante de dolor en otras personas, así como en algún momento lo causaste en mi y en los que nos rodean.
Te deseo lo mejor siempre.
MaLaGeNtE
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