Santidad del hombre, gestos de amor.
Todos estamos
llamados a ser Santos… en nuestro diario vivir nos encontramos con una serie de
factores y situaciones que afectan a las personas. Cosas que simplemente nos
llaman a ejecutar nuestro actuar conforme a nuestro criterio, a nuestra forma
de vida y modo de pensar. Incluso aquellos que no son cristianos, pueden ser
Santos y vivir en y con Dios.
Un día le preguntó
un periodista a la Madre Teresa
de Calcuta, si ella creía que aquellos pobres hombres y mujeres que mueren día
a día en sus hospederías y hogares, llegan a los brazos de Dios después de la
muerte. Esos seres que nadie quiere porque son parias de nuestras sociedades y
que mueren blasfemando contra Dios, contra los hombres y sus familias, pero
cuidados hasta el último minuto por las manos benditas de las Hermanas de la Caridad. La Madre Teresa, con la
sencillez que la caracterizaba, respondió que sí, que “efectivamente esos seres
que nadie quiere llegan a los brazos de Dios después de la muerte, por el sacrificio
que padecieron, por el desprecio que tuvieron en la tierra y aunque nadie los
quiso y fueron abandonados, para Dios son sus hijos y les tiene un lugar en el
cielo… y por último, por nuestras oraciones a su lado y porque yo les pongo en
sus bolsillos un papel escrito pidiendo a San Pedro que los reciba en la
entrada del cielo”.
El periodista se
sonrió y los presentes también, pero era la verdad de la sencillez extrema de
la hermana Teresa que con sus manos ayudó a miles, millones de personas en el mundo.
¿Acaso ella no es una mujer Santa? ¿Acaso no es una persona enviada de Dios
para mitigar las miserias de los hombres?
Si cada uno de
nosotros llamados a la Santidad, tuviera un gesto, sólo uno en el momento
oportuno, creo que el mundo sería mil veces mejor. Un gesto cada día, un gesto
de buena voluntad. Todos somos tan felices cuando alguien nos tiende una mano,
sobretodo en los momentos de aflicción, eso es lo que muchas veces se pide, eso
es lo que muchas veces no somos capaces de hacer: pequeños gestos de amor, de
bondad y misericordia.
Tal vez no podamos
hacer la gran obra de la Madre Teresa
de Calcuta. Lo que sí podemos hacer es comprometernos a tomar decisiones como
lo haría ella, en nuestras oficinas, escuelas, fábricas, en el campo y en nuestros
hogares; contadores, profesores, médicos, ingenieros, abogados, empleados,
funcionarios públicos, dueñas de casa, estudiantes, sacerdotes, religiosas y
todos aquellos que ejercen una actividad en el mundo, su deber es escuchar el
llamado a ser hombres y mujeres santos y actuar en consecuencia. A veces sólo
basta un instante de nuestras vidas, un momento de nuestro día o una llamada
para mitigar el gran dolor de muchos.
No podemos
despreciar los gestos de bondad y amor, tampoco podemos dejar de hacerlos con
quienes lo necesitan. En eso podemos llegar a ser hombres Santos, con un simple
gesto de amor.
MaLaGeNtE
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